Sentado en una roca, pasé bastante tiempo pensando en mi objetivo. Realicé la sucesión de movimientos en mi mente. Equipado por Hannes Phfeifhofer, el largo se había quedado allí, a la espera de ser liberado. Comienza desde All In, como ya he dicho, y sigue una ruta lógica por la pared. Anteriormente había estado aquí Alexander Megos en un día de mucho frío, confirmando que era un proyecto realmente difícil.
¡Basta de reflexiones! Cogí el arnés, la cuerda y las cintas exprés y pasé el resto del día estudiando el largo. Pasé mucho tiempo analizando cada detalle, tratando de entender cada movimiento. Recuerdo regresar satisfecho a casa, consciente de que al menos había llevado la cuerda a la cima. Pero no solo esto. Tuve también el privilegio de probar un nuevo proyecto relativamente cerca de casa. Por supuesto, estaba explorando un terreno esencialmente virgen, con roca para cepillar y movimientos para soñar, pero sabía que regresaría a ese lugar a más de 1 700 metros de altura.

Después de la primera aproximación, no podía pensar en nada más. Todos los días me imaginaba en la Val di Landro, pensando en los movimientos y estudiando las posibilidades. Luego volví a la pared una, dos, tres veces y así sucesivamente. Aprendí las secuencias, entendiendo cómo manejar los mosquetones y cómo dejarme caer en esta pared tan expuesta. Cada nuevo intento parecía el acertado, y cada seguro el más fiable. Así hasta ese último intento: la última caída de la temporada debajo de la cadena haciendo un dyno, donde agarré una pequeña presa puntiaguda como seguro intermedio con la mano izquierda y el agarre en pinza amarilla con la derecha para finalmente alcanzar la presa final. Ya no tenía fuerzas para seguir y necesitaba recargar las baterías. Tuve que abandonar y olvidarme de este proyecto, al menos por un tiempo. El 15 de octubre de 2021 lo intenté por última vez antes de que empezara el invierno. El aire era frío y el sol entraba por la canal durante solo dos horas antes de que la montaña volviera a quedar en la sombra. El invierno me dejaría el tiempo suficiente para encontrar la inspiración y empezar de nuevo al verano siguiente...  Aún no lo sabía, pero sería muy caluroso.
 

En mayo comencé a tener una primera idea de cómo supliría mis carencias en el 2022, es decir, escalando Claudio Cafè en la Terra Promessa en Arco. Una vía difícil, muy expuesta sobre el valle del Sarca. A mediados de julio comencé a trabajar en la Oficina de Turismo cerca de mi casa, por lo que tuve que reorganizar mis planes. Para mí, cada minuto libre significaba entrenar en las paredes cerca de casa y, si el clima lo permitía, en el proyecto. Pasé días emocionantes en Val di Landro junto con mi amigo Julian, un gran escalador y alpinista austriaco, que me ayudó a encontrar la motivación para continuar con mi obsesión.
Recuperé rápidamente la resistencia necesaria para lograr mi objetivo y comencé a imaginar soluciones alternativas para conseguirlo. Al inicio, en lugar de hacer un dyno, logré encontrar un pequeño agarre inclinado para el pie izquierdo que me permitió escalar en drop knee. Esta técnica me ayudó a comprender inmediatamente cómo podía elevar mi centro de gravedad y estirarme hasta la cima de la gloria. Y así, a mediados de septiembre, ¡comencé a hacer buenos intentos!
Volví a sentir las sensaciones del año anterior, cuando cada intento me parecía el adecuado para concluir la escalada libre. Conocía cada centímetro de ese largo y no quería que otro invierno me impidiera alcanzar mi objetivo.

Hice mi último intento el 7 de octubre de 2022. Era un día fresco, pero soleado, seco y ventoso. El típico día de principios de otoño. Como las otras veces, mientras ascendía percibía que algo podía haber ido de otra manera. Los agarres me resultaron fáciles, incluso el agarre en pinza en la parte superior. Luego alcancé el pequeño agarre intermedio de la izquierda y seguidamente el vertical. Agarré la presa oblicua de la derecha y escalé en drop knee hacia la izquierda con mi rodilla bien abajo. Agarré la presa sloper con la mano derecha, estiré la pierna derecha y bajé la izquierda sobre mi pie bien agarrado. Respiré profundamente, intentando mantener la concentración y alcancé la presa frágil  de la izquierda, la presa final seguida de los últimos movimientos técnicos en roca más vertical. Luego me quedé allí con la mirada perdida. Al norte, Val Pusteria; al sur, Monte Piana. Por un momento no entendí, luego estallé con un grito liberador que resonó en todo el valle.
Así se manifestaba mi pasión por la escalada. Cerré un capítulo de mi historia en el lugar donde empezó, y de repente todo me quedó claro: Zeitläufer sería su nombre. Literalmente «corredor en el tiempo», una única y emocionante secuencia de movimientos, sin interrupciones. El primer 9a de la zona.