Todo está silencioso esta mañana, un velo de nubes pesadas envuelve las montañas rojas alrededor de Taghia; esperábamos que hiciera calor y, en cambio, estamos aquí parados admirando este paisaje surrealista. El pueblo se encuentra bajo una manta de nieve y alrededor el silencio, roto solamente por el rebuzno de los asnos, pesa en nuestras almas.  Nos ponemos las chaquetas de plumón encima de los forros polares y en estas casas, sin cristales en las ventanas, parece que no se contemple el defenderse del frío; esta temperatura nos ha pillado psicológicamente desprevenidos. Estamos congelados y Cedric come con el saco de dormir encima. Entumecidos y sorprendidos estudiamos las reseñas, mientras afuera sigue nevando; las previsiones son buenas, por lo tanto, somos optimistas. 

Han pasado tres días desde nuestra llegada. Me encuentro en el centro de una lisa pared calcárea, el arnés empieza a apretar después de horas aquí arriba, el aire es fresco, pero el sol nos está cociendo.  Con un péndulo a la izquierda encuentro la posición exacta para fotografiar colgándome con una Cliff; debajo de mí, Cedric sube con elegancia y ligereza, mientras que abajo en el abismo Fabian sostiene las cuerdas. La piedra cálcarea es perfecta en esta bonita intuición de Rolando Larcher y compañeros; en estas placas lisas las pequeñas asperezas, que permiten ascender, parecen que estén creadas expresamente por “un Dios de los escaladores”. El sol todavía alto está girando sobre la pared, Andrea, allá arriba en contraluz, ya está ascendiendo las cuerdas fijas hacia la cumbre. Dentro de poco la sombra llegará y todo será inhóspito, es hora de ascender.

Componentes del viaje a Marruecos: Cedric Lachat, Fabien Dugit, Andrea Peron.