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HAUTE ROUTE

AVENTURA EN LA HAUTE ROUTE                 

Por Caroline Gredler

Una aventura de 180 kilómetros con esquís, siguiendo una de las grandes rutas clásicas de los Alpes occidentales: la Haute Route Chamonix-Zermatt. Un viaje completo que te atrapa, te lleva a un entorno increíble, te ofrece paisajes incomparables y la comodidad de tener siempre un destino seguro al que llegar. Yo diría que la Haute Route es una experiencia visceral en la que la planificación importa tanto como el instinto.


Cuando Sophie Wirnsberger y yo comenzamos a imaginar nuestro viaje por la Haute Route, solo sabíamos el punto de salida y el de llegada, nada más. Encontramos las primeras informaciones sobre las etapas, las distancias, los desniveles y las características del terreno navegando en internet. Pero la mayoría de los sitios web o de las descripciones se limitaban a recomendar «contratar un guía de montaña».

Así pues, decidí comprar un libro sobre la Haute Route que nos serviría de base para planificar nuestro itinerario, conjuntamente con los videos encontrados en internet y los consejos de quienes ya se habían aventurado por esta fascinante travesía.

Una vez estudiada y planificada la ruta, solo quedaba esperar el buen tiempo y la buena nieve. Pero esto no era todo. A pesar de que el tiempo era perfecto y la nieve estaba en excelentes condiciones, tuvimos que posponer el inicio de la aventura varias veces debido a problemas estomacales que me obligaron a tomarme un descanso. Queríamos empezar a mediados de abril, pero era imposible en las condiciones en las que me encontraba en ese momento.

Pasaban los días y el buen tiempo también, pero teníamos que esperar. Una gran sensación de incertidumbre se apoderó de mí, pero los días de reposo me ayudaron a recuperar las fuerzas. Empecé lentamente a sentirme mejor, pero pensé que probablemente era demasiado tarde para partir. Era casi el 20 de abril y los refugios de montaña estaban a punto de cerrar. En la Haute Route no encontraríamos a nadie, no encontraríamos ningún rastro ¿Era demasiado peligroso hacer frente a esta travesía con todas estas incertidumbres? ¿Qué teníamos que hacer? La respuesta nos la dio el cielo. Se acercaba otra gran perturbación, seguida de unos días de alta presión. Esta era nuestra última oportunidad: tres días soleados a finales de abril. De lo contrario, habríamos tenido que posponer todo hasta el año siguiente.
 

Cuando llegamos a Chamonix, a la vigilia de la salida, el cielo estaba gris y llovía mucho. Imposible comenzar la aventura con estas condiciones, solo podíamos esperar a que mejorase el tiempo. Según las predicciones, la perturbación debería durar solo unos días. Si salíamos al día siguiente de nuestra llegada, teníamos que sufrir solo un día de tiempo inestable y luego disfrutar de cielos despejados y soleados.

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DIA 1

Avanzamos lentamente sobre el glaciar, sumergidas en una blancura total. En las primeras horas, nos encontramos con otros esquiadores de montaña, luego no vimos a nadie más. Ningún rastro. Nos desviamos dos veces del rumbo y, entre la nieve virgen y las grietas cubiertas, perdimos mucho tiempo en volver a encontrar nuestro camino. Dificultades que pronto nos parecieron relativas. De hecho, cuando nos enfrentamos a la ascensión del Couloir du Chardonnet, comprendimos los desafíos que estábamos a punto de asumir. La poca nieve y las rocas escarpadas nos obligaron a improvisar la ascensión. También sabíamos que una vez pasada la canal, ya no habría vuelta atrás. ¿Teníamos que arriesgarnos de todos modos? ¿Teníamos que seguir o volver atrás? Una decisión difícil que nos asustaba de alguna manera. Sabíamos en lo que nos estábamos metiendo, lo que podía salir mal. Decidimos avanzar.

Tramos empinados, con subidas sobre rocas, se alternaban con tramos de nieve transformada; momentos de desorientación se alternaban con otros donde el sol iluminaba nuestro camino. Durante todo el primer día, el terreno no concedió tregua. Descensos pronunciados, a menudo nieve en malas condiciones. Y otra aterradora grieta nos puso a prueba. Luego, tendríamos tiempo para descansar y pensar, para contemplar el amplio espacio incontaminado del glaciar, con sus empinadas laderas cargadas de nieve virgen. El riesgo de aludes era alto. «Teníamos que superar el primer día. Luego mejoraría». Lo repetimos una y otra vez, como un mantra, con cada paso. Eran las 7 de la tarde, ¡era muy tarde! Necesitábamos movernos con rapidez, pero con cuidado y prestando atención a cada peligro potencial. Un paso tras otro, sin prisas, a pesar de tener el alma en vilo. Llegamos a la Cabane du Trient cuando ya había anochecido y el cielo lleno de estrellas iluminaba nuestros últimos pasos hacia la cabaña. Pude disfrutar de una sensación increíble que compensó todas las incertidumbres del día.

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DIA 2

El despertador sonó a las 5:30 de la mañana, nos preparamos para vivir ese segundo día en la Haute Route. Fuera de la cabaña, el cielo estaba despejado y la temperatura era agradable. Nuestro objetivo del día era llegar a la Cabane de Chanrion, después de una noche de celebración con los responsables de la Cabane du Trient. Era su último día de apertura y querían terminar la temporada en un buen ambiente. Todavía aturdidas por la noche de insomnio, partimos de nuevo con buen tiempo y con temperaturas muy altas. Un calor que se volvió sofocante por el gran peso que llevábamos sobre nuestros hombros. A las 3 de la tarde llegamos a la Cabane de Valsorey, más tarde de lo previsto. Una vez más, tuvimos que tomar una decisión crítica: continuar hasta Chanrion o detenernos. Si nos deteníamos por la noche, no podríamos terminar la travesía al día siguiente y no tendríamos más días disponibles para completar nuestro proyecto.

Obviamente, decidimos intentarlo aligerando nuestras mochilas de toda comida innecesaria y acelerando el ritmo. Nos esperaba una serie de fuertes bajadas cubiertas de nieve transformada por el calor de la tarde. Las palabras del responsable del refugio nos tranquilizaron. En su opinión, si nos movíamos con rapidez, deberíamos poder cubrir el resto de la etapa antes de que oscureciese.

Salimos con un poco de miedo. Las subidas eran largas y duras, las bajadas indiscutiblemente empinadas. Intentamos tener cuidado con cada paso, revisar cada pendiente para evitar desprendimientos repentinos. Eran las 8:30 de la tarde cuando, agotadas física y mentalmente, entramos por fin en la cabaña. Sonreímos mientras nos quitábamos las botas. Parecía que realmente podíamos llegar a Zermatt en tres días.

DIA 3

El último día fue mágico. El glaciar era todo para nosotras. No había nadie alrededor. Ninguna huella. El sol, todavía alto, nos acompañó mientras superábamos las subidas y las bajadas. Nunca habíamos sido tan rápidas como ese día. Si realmente tuviera que encontrar un defecto de ese día, diría que las condiciones de la nieve no eran perfectas. Otra subida y otra bajada, y luego decidimos saltar la Tete Blanche. Era demasiado tarde, teníamos que llegar a Zermatt. Iniciamos el descenso hasta donde la capa de nieve lo permitió. Luego seguimos a pie con los esquís al hombro. Una larga e interminable travesía que nos llevaba cada vez más abajo, siempre bajo la mirada del severo y elegante Cervino. Estábamos a salvo, nos lo podíamos tomar con calma y disfrutar del incomparable panorama que ofrecía esa zona de los Alpes.

A las 7 de la tarde llegamos a Zermatt, tres días después de haber comenzado esta increíble aventura llena de desventuras, momentos críticos y esfuerzo, mucho esfuerzo. ¡Pero qué experiencia! ¡Y qué vistas! ¿Qué decir? Vivimos una experiencia única. Es cierto que con buen tiempo y buena nieve, la Haute Route no es una experiencia tan inmersiva para un esquiador de montaña experimentado. Vivimos condiciones difíciles que podían hacer que fuese peligroso y difícil de gestionar, incluso en las partes menos exigentes desde el punto de vista técnico. Pero esto es la belleza de la montaña. Sophie y yo decidimos correr un riesgo tolerable adaptando la ruta a la situación cuando era necesario. Estamos orgullosas de cómo hemos sido capaces de gestionar cada imprevisto, demostrándonos que podíamos hacer algo muy difícil, que antes creíamos que era imposible.

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CAROLINE GREDLER

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